EDITORIAL. “La Oportunidad” por JUAN MARÍA GAVALDÁ

Cualquier situación que provoque una serie de dificultades, se compenetra perfectamente con establecer la posibilidad a una serie de oportunidades. Por supuesto estoy refiriéndome a cualquier ámbito de la vida, desde lo personal a lo profesional, de lo social a lo político, incuso, por supuesto en lo deportivo.

Actualmente, con datos que lo reflejan cuantitativamente, tenemos un déficit creciente de aparición y participación de los jugadores y jugadoras españoles en nuestras competiciones nacionales. Esos datos son suficientemente reveladores tanto en ellas y en ellos, como para investigar seriamente si hay algún elemento común que nos invite a buscar oportunidades de resolverlos.

En las competiciones de categoría cadete, en especial los que compiten en el segundo año, son alumnos del último curso de la enseñanza obligatoria (4º de ESO). De allí pasan a varias fórmulas que la educación actual contempla: ciclos formativos de grado medio y superior (entre 2 y 4 cursos más, según modalidad), o bien bachillerato (2 cursos). A todos ellos se les ha sometido a la primera gran decisión que toman en sus vidas: elegir que líneas o áreas educativas y formativas son las que les pueden llevar a canalizar sus ideas, ambiciones profesionales o vocaciones. Lo van a compatibilizar con la categoría junior, con gran esfuerzo por el enorme cambio que significa el estudiar y su dedicación al baloncesto. Algunos comienzan a dejar de jugar o a darle otra dimensión menos exigente. No ven futuro que les compense. Pero lo peor está por venir.

La mayor parte lo han canalizado todo a su llegada a la universidad, donde unas pruebas de la llamada selectividad les darán la posibilidad real de lo que quieren o pueden estudiar y dónde. Son momentos de indecisión e incluso ansiedad, sobre todo teniendo en cuenta los datos alarmantes que el mundo educativo nos da: el gran porcentaje de abandono o cambios de líneas educativas decididas tras el primer o segundo año. Demasiadas cosas personales coincidentes con su gran afecto a la práctica del baloncesto.

Encima, cuando han terminado su edad junior, salen a un escenario desconocido para ellos: la mezcla absoluta de edades; algunas categorías sub no sé qué, de relleno, que no les convencen; etc. Pero sobre todo lo peor: aquellos (ellas y ellos) que son buenos y con posibilidades dentro de “las élites”, reciben propuestas mal llamadas “profesionales” que les quieren para jugar en categorías sénior de “arriba”, pero con ridículas aportaciones económicas y abandonando su entorno familiar y estudiantil. Imposible.

Es por ello que muchos deciden bajar la intensidad de su dedicación, ciñéndose como prioridad a sus estrenados estudios universitarios y jugando a más bajo nivel que lo que su categoría le permite. Los perdemos para siempre. El otro día me comentaban que hay unas 150 chicas españolas, jugadoras de baloncesto, que están en USA, en las ligas universitarias, becadas o no, pero que han tomado su decisión prioritaria: formación y baloncesto lejos de España.

Hay que encontrar las oportunidades que debemos ofrecer a nuestras jugadoras y jugadores, para que puedan aportar sus cualidades técnicas y que su presencia y participación activa en nuestras competiciones de élite varíen los datos negativos que estamos teniendo.

Instituciones, clubs, entrenadores y jugadores debemos trabajar conjuntamente con creatividad, esfuerzo y compromiso leal, cediendo donde se deba y estimulando donde se pueda, para saber diseñar las ideas y proyectos que puedan variar las tendencias actuales. Esa es la gran oportunidad. No la desaprovechemos.