Una Experiencia Ecuatoriana: Entrenando a la UTE, por Chiqui Barros

 

barrosecuador03Las semifinales, a las que accedían los cuatro primeros, tenían trampa porque eran al mejor de tres partidos, disputándose el primero en casa del peor clasificado en la liga regular. Perderlo, suponía traerte toda la presión para casa sin ninguna posibilidad de equivocarse. En Cuenca, ciudad universitaria de Ecuador, contra Triple E, estaba todo decidido al final del primer cuarto. El equipo jugó perfecto durante esos diez primeros minutos llegando a tener más de veinte puntos de diferencia con una puesta en escena fantástica. Cerramos la serie 2-0. Ya estábamos en la final. Los dos mejores equipos habían hecho buenos los pronósticos y se iban a ver las caras en la lucha por el título en medio de una gran expectación y con una cobertura grande por parte de los medios, destacando DIRECT TV que televisó todos los juegos de la final, TELEAMAZONAS que viajó siempre con el grupo, RADIO LA RED, que estuvo en directo en todos y cada uno de nuestros partidos y EL COMERCIO, el diario más importante de Ecuador, que casi a diario informaba de la final. Me gustaría señalar el excelente trato recibido por parte de los periodistas, el respeto y la pasión con la que desempeñaban su labor. Algunos de ellos son, y serán ya para siempre, buenos amigos. La final era al mejor de cinco partidos con el sistema de 2+2+1. Nos propusimos ir, de un lado, como toda la temporada, partido a partido, pero, a la vez, lograr un 2-0 en el inicio para que, entonces, el factor cancha por el que tanto habíamos luchado resultase decisivo si se llegaba a un posible quinto encuentro. Ganamos los dos trabajando mucho ante un muy buen rival pero con menos dificultades que las encontradas durante la liga regular. Entonces, apareció la posibilidad soñada: no solo ser campeonas, también, hacer Historia. Ser el primer equipo que finalizase la Liga Ecuatoriana siendo campeón tras haber ganado todos los partidos. Había que gestionarlo bien para que el sueño no se convirtiese en ansiedad. Lo importante era el título, el campeonato, lo de menos era cuándo. El equipo volvió a responder. Con un gran partido, que solo un grupo sólido y fuerte puede hacer, ganamos en Machala y logramos el 3-0, título y récord, además dela MVP de la liga, la MVP de la final, la MVP del partido final y el reconocimiento, bonito en lo personal, al mejor entrenador de la competición. Todo el esfuerzo había merecido la pena. Al final, mi mayor recompensa fue la de ver la gran alegría de todos y las caras de las jugadoras. El que la capitana de la selección ecuatoriana, Dayanna Salcedo, jugadora clave en el resultado, dijese públicamente que la clave radicaba en el estilo de juego que les había enseñado “el profesor” fue muy emocionante, especialmente porque al principio no resultó nada fácil el entendimiento ya que yo quería llevarla hasta el límite para que fuese un ejemplo positivo para el resto de sus compañeras por su enorme importancia. De hecho, en una decisión nada fácil pero que sabía que era la correcta y necesaria, la había dejado fuera de la convocatoria en nuestro primer partido como visitantes en la liga regular. Fue la MVP del partido final. Me alegré mucho. Como también me alegró el nombramiento como MVP de la Liga de Ivonne Turner y el de MVP ecuatoriana de Mayito Caicedo. El éxito colectivo nos había llevado al reconocimiento individual.

Por lo que a la Liga Sudamericana respecta, nuestro grupo, finalmente, y tras algunos cambios en la competición, se iba a disputar en Valparaíso-Chile. Como rivales tres pesos pesados. Tanto, que los tres equipos que pasaron de nuestro grupo-campeón, mejor segundo y organizador-fueron tres de los cuatro semifinalistas en la fase final del torneo que, nuevamente, tuvo lugar en Valparaíso y a la que yo no pude acudir debido a mis obligaciones como entrenador de mi club en España, el Embutidos Pajariel CB Bembibre PDM. El grupo, además de por la UTE, estaba formado por el Berazategui argentino, el Malvín uruguayo y el anfitrión, New Crusaders, chileno. Tras cuatro partidos de la liga doméstica, nos dirigimos a Chile para disputar tres finales en tres días y con el objetivo claro de ser primeras y, as-i, asegurarnos el pase a la final sin tener que esperar a los otros dos grupos que se disputarían posteriormente en Milagro-Ecuador- y en Venezuela para saber quién sería el mejor segundo. A la postre lo fue el Berazategui. Abrimos con Berazategui. Seguimos con Malvín. Dos partidos durísimos. Dos triunfos muy trabajados. Al terminar la segunda jornada ya éramos campeonas de grupo. Por eso, y porque no perjudicábamos a nadie puesto que la segunda plaza se dilucidaba en el duelo entre argentinas y uruguayas, afrontamos el último partido ante las anfitrionas con una idea de rotación completamente distinta. Resultó muy igualado. Se decidió en el último minuto con victoria chilena por dos puntos. Fue nuestra única derrota en toda la temporada. Jugaron las doce jugadoras, se lo merecían. Nos vino muy bien. Habíamos logrado el primer gran objetivo del curso-los otros dos eran la liga regular y, luego, el título ecuatoriano-y, además, sabíamos que para ganar teníamos siempre que ir al 100%, porque, de lo contrario, no éramos tan fuertes como para hacerlo. De hecho, nada más regresar de Chile tuvimos que afrontar casi sin descanso una agotadora y larga gira de una semana como visitantes en la liga nacional, en la que el equipo jugó muy bien y ganó con absoluta autoridad. Por cierto, en Chile había un trofeo para la MVP del torneo: recayó en Ivonne Turner. Otra alegría más.

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