Una Experiencia Ecuatoriana: Entrenando a la UTE, por Chiqui Barros

 

La segunda decisión, partía de la coincidencia de las competiciones de club en las que estábamos inmersas con algunas concentraciones de la selección nacional en su preparación para el preolímpico. Lo que más me preocupaba en ese aspecto era la cabeza y la mentalidad de las jugadoras. Su compromiso para con la UTE. Resulta muy complicado conciliar intereses por mucho que sean todos lógicos y razonables. Creo, así lo demostró ese juez inapelable que es el tiempo, que lo hicimos muy bien. Para Ecuador, para la Federación ecuatoriana de baloncesto, el preolímpico era un hito. Había que entenderlo. También lo era, lógicamente, para las preseleccionadas. Nosotros teníamos muchas. De hecho, la base de la selección nacional éramos nosotros junto con el entonces campeón nacional, el Santa María de Machala. Los dos grandes favoritos al título liguero estábamos, es cierto, en la misma situación. Pero ellas ya eran un equipo hecho con la misma estructura y cuerpo técnico de la pasada campaña en la que habían logrado ser campeonas con brillantez y merecimiento. En cambio, yo era nuevo, recién llegado al país y, por tanto, debía ser correcto sin ceder en las obligaciones para con mi club, la UTE. Ahí tuve, de nuevo, otro más, un gran apoyo en Patricio Pozo. Con gran habilidad supo negociar y conciliar para, al final, con algunos desajustes no demasiado importantes y que no se pudieran solucionar, lograr que todos alcanzáramos nuestros objetivos. También el presidente de la Federación ecuatoriana, el abogado José Arévalo, hizo todo lo posible para no perjudicar a los equipos, a la vez que el equipo nacional podía desarrollar su trabajo. Por su parte, las jugadoras, en su inmensa mayoría, y, aunque al principio les costó un poco y no fue nada fácil la situación, andando alguna de ellas más dispersa y despistada de lo deseado y aconsejable, con el tiempo lo comprendieron perfectamente y se implicaron al máximo, entendiendo que de su rendimiento en el equipo iba a depender, en gran medida, la convocatoria en la lista definitiva para defender a su país en el preolímpico. Únicamente tuve un contacto con el seleccionador nacional. Por mi parte, siempre estuve y estaré dispuesto a tener todos los que resulten necesarios así como a facilitarle toda la información que el que ocupe ese cargo tan importante estime conveniente. Si no tuvimos más fue, seguro, porque sus obligaciones le mantenían muy ocupado. Finalmente todo salió como debía, bien para los clubs y bien para la Federación. Bien, en resumen, para el baloncesto de Ecuador, que era de lo que se trataba. Lo realmente importante.

4.-EL CUERPO TÉCNICO
Como en casi todos los sitios en los que he tenido la suerte de entrenar, y aquí no podía ser de otro modo, mi idea no era otra que la de contar con el equipo técnico que la UTE pusiera a mi disposición. El equipo tenía una buena condición física, consecuencia del fantástico trabajo realizado antes de mi llegada por la preparadora física española Tania Quintero, licenciada en INEF y jugadora durante muchas temporadas de LF española. Tania fue para mí un gran apoyo durante toda mi estancia en Ecuador. Los fisioterapeutas, Andrés y Fabián, también realizaron un buen trabajo. Además, las administrativas de la UTE estaban siempre pendientes para que no nos faltase de nada ni a nosotros ni al equipo. En el aspecto organizativo, el funcionamiento del club deportivo universitario es ejemplar. El contacto con el presidente del mismo, el licenciado Patricio Pozo, era diario y su apoyo me hacía sentirme tranquilo en el camino que recorríamos. No puedo olvidarme de la amistad y colaboración del entrenador del equipo masculino de la UTE, también campeón nacional y aspirante continental, el profesor argentino Pepe Pidal, quien desde mi llegada resultó alguien con el que podía conversar con total confianza y que me ayudó mucho para poder comprender mejor la realidad del baloncesto sudamericano y de sus competiciones.

5.-ORGANIZACIÓN DEL ENTRENAMIENTO
barrosecuador07Muchas veces me acordé y tuve presente la frase de Pat Riley en su magnífico libro “Forjador de éxitos”-“The winner within”-: “ENTRENAR ES DEFINIR LA REALIDAD”. La realidad de donde estás, de la situación que te toca vivir y gestionar, del lugar en el que vives, de cada partido, de cada sesión de entrenamiento.

La idea inicial era la de hacer doble sesión de trabajo cada día. Pero las jugadoras, aunque profesionales, trabajaban en unos casos, estudiaban en otros y, algunas, eran madres de niños pequeños. Además, Quito es una ciudad enorme y las distancias son muy grandes-algo acrecentado por el hecho de que unas cuantas de ellas vivían en la periferia-, y que se incrementan en el tiempo debido al denso tráfico que hay en la capital ecuatoriana. Por ello, tras observar esa realidad inamovible, decidí variar el planteamiento original y pasar a entrenar todas las tardes junto con dos mañanas, con una tercera mañana de entrenamiento voluntario. Al principio, costó. Pero he de decir que llegó un momento en el que todas, absolutamente todas, acudían a ese entrenamiento voluntario. Acabamos entrenando cuatro mañanas a petición de las propias jugadoras, algo que supuso una de las mayores satisfacciones de mi estancia allí.

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