Una Experiencia Ecuatoriana: Entrenando a la UTE, por Chiqui Barros

Las sesiones se fueron alargando progresivamente a medida que las chicas se iban adaptando a las mismas e incrementando su nivel de concentración. Cada vez entrenábamos más y con más calidad. Cada día que pasaba crecíamos más y éramos más fuertes como equipo. El ambiente era muy positivo. La competencia, muy grande.

Por lo que respecta al método de trabajo, no varió en nada al que sigo en España. Eso sí, simplificando las cosas al máximo y escogiendo las mejores opciones para poder competir y ganar. Todo ello sin dejar a un lado la preocupación por la mejora y evolución técnico-táctica de las jugadoras. Sinceramente, estoy seguro que mucho más allá de los resultados, que fueron excelentes, lo logramos. Ellas eran las primeras en decirlo y reconocerlo, y, yo les estaba muy agradecido. Todo el mérito era suyo.

6.-ADAPTACIÓN-NEGOCIACIÓN VS CAMBIO-MEJORA
Cuando llegas a un sitio nuevo, incluso dentro de tu propio país y cultura, mucho más si es otro el país y otra, diferente, por mucha influencia que exista, la cultura, resulta poco inteligente y, seguramente imposible, pretender cambiarlo todo. Se debe tener muy claro que un signo de inteligencia es el de observar y adaptarte a todo aquello que sea necesario sin por ello renunciar a cambiar a la vez todos los aspectos precisos para mejorar, crecer y poder ir hacia delante. Así fue como se actuó en la UTE. Adaptación al estilo de vida del país, a sus horarios, a las obligaciones personales y profesionales de la gente. Negociar y convencer-mucho mejor que imponer-de aquellos aspectos en los que se precisaba un cambio en los hábitos para llegar a ser el mejor equipo posible en el tiempo que disponíamos. No tuve el más mínimo problema en reducir las sesiones de mañana para lograr con ello más calidad. Al final acabaron siendo mucho mejores de lo que yo mismo podía presuponer en un principio. Tampoco lo tuve en adaptar los horarios a las costumbres y a las obligaciones profesionales, académicas y familiares de las jugadoras. Poco a poco fuimos consiguiendo una adherencia cada vez mayor a los entrenamientos, tanto referida al número de asistentes como a la concentración en las mismas lo que redundaba mucho en su calidad. En este aspecto, la ayuda de Ivonne Turner y de Lyndra Weaver resultó fundamental. Fueron un ejemplo de integración, profesionalidad, ambición, ilusión y compromiso. Tuvieron una influencia enormemente positiva en sus compañeras. Nuestros entrenamientos, algo lógico, eran cada vez mejores. Las jugadoras aprendían, progresaban y, con ellas, lo hacía el equipo. Los horarios se cumplían tal y como estaban estipulados. Mejoramos muchísimo en todos estos aspectos lo que nos llevó a ser el mejor equipo de Ecuador y uno de los mejores de toda Sudamérica. Todo ello tenía un reflejo positivo en la cancha. No pretendí imponer nada. Todo lo basé en explicar el porqué y el para qué de cada cosa, de cada situación. Era algo necesario puesto que bastantes decisiones y situaciones resultaban nuevas para ellas. No digamos ya si nos referimos a conceptos tácticos y normas de juego en un baloncesto que las necesita y que no anda sobrado de las mismas. Convenciendo, conseguimos finalmente ser un gran equipo. Un equipo de verdad y, además, ganador.

7.-LA REALIDAD DE LAS DOS COMPETICIONES. LA LIGA ECUATORIANA COMO OBLIGACIÓN. LA LIGA SUDAMERICANA COMO POSIBILIDAD REAL.
Teníamos que afrontar dos competiciones muy diferentes. En primer lugar, la Liga ecuatoriana en la que, pese a no ser las campeonas de la edición anterior, éramos, paradójicamente, el equipo a batir. Aquí teníamos un margen de error, aunque no grande porque pensábamos que era importante empezar fuertes para, de un lado, enviar un mensaje claro al gran rival, Santa María, de que estábamos preparadas para recuperar el título y, de otro, para ganar la liga regular y con ello el factor campo hasta una posible final. Hay bastante diferencia entre jugar en Quito con su clima y su altitud de 2800 metros sobre el nivel del mar a tener que hacerlo en la costa con un calor sofocante y una humedad extrema. Además, sabíamos que fuera íbamos a tener mucha presión ambiental desfavorable. No nos pudieron salir mejor las cosas. La liga regular termino con un balance de 10-0. Afrontamos todos los partidos con ilusión y con la máxima exigencia e intensidad. Ello, nos dio un plus de ritmo y de competitividad. Aunque rompíamos pronto los partidos, conseguíamos seguir jugando con un ritmo muy alto. De ahí, los resultados. De ahí, la capacidad de ganarle los dos partidos que decidían el primer puesto de la fase regular al por entonces campeón, Santa María. Ambos fueron muy igualados. El primero, en nuestro coliseo Julio César Hidalgo, me sirvió para saber cómo había que jugarle a nuestro buen y competitivo contendiente. Lo ganamos en la prórroga y, personalmente, me enseñó muchas cosas tanto de nosotras como de ellas. El segundo, decisivo, en Machala, en donde nuestro último cuarto resultó extraordinario. El altísimo ritmo impuesto desde el inicio-y, para mí, solo hay ritmo si hay defensa-desgató a las de Machala y les impidió llegar sin fuerzas al momento de la verdad. Simultáneamente yo conocía mucho mejor la liga, las jugadoras y los equipos, lo que nos permitía plantear los partidos sabiendo lo que teníamos que hacer en cada momento del juego así como preparar trampas que nos ayudaron a marcar diferencias en momentos complicados-las defensas mixtas caja+1 y triángulo+2 nos dieron más de un partido-. El mayor conocimiento de nuestro equipo hacía que cada vez sacásemos más ventajas a partir de nuestras características individuales y colectivas. Éramos un equipo fuerte y seguro.